martes, 30 de septiembre de 2008

Tibio desierto

















Fueron dos llamadas al contacto ausente,

un tibio desconcierto de gritos sin sonido,

un fallo en el tiempo o un sueño relativo.


La arena refugiada en el misterio jugaba a ser descubierta,

cada diminuta proporción era un melgo de calor accesible.

Fue un conjunto alternativo al jamás,

una historia de ocurrencia, un placer en un desierto.

Se contrapuso el viento frío a la sensación inmoderada que produjo Eros,

aún en la brecha de sentidos alcancé a rozar el peso de su respiración.

No pretendí desdoblar las rocas para convertirlas en tesoro,

y fue mi vacío el que se transformó.


Libre de lo incierto, creí en su voz y me sonrojé;

era su luz en el páramo, sútil y delicada, la que me hablaba.

Los extremos se deslizaron a una sola esencia

la que me distrajo para espiar su rostro.


NO hubo polvo que obstruyese la armonía,

más allá de advertir el inviable deseo, permaneció.

Su reflejo significó la actividad de mi corazón,

una acogedora sensación contraria al insoportable suplicio.

Mis dedos en las teclas fueron mi aliento sincero,

la combinación de su ingenio y mi razón disparatada.

Ni fría soledad, ni necio calor. Tan solo mi tibio desierto.


Existes en mi desierto y si apareces me finalizas...

Fuiste un tibio despertar y un cálido recuerdo.