Modelo de Investigación
Las nociones de verdad y realidad se basan en el anhelo de un mundo en el que no habría necesidad de los sistemas mediadores del lenguaje y de la percepción.
Lo que calificamos de convenciones de un género son esencialmente posibilidades de significado, formas de naturalizar el texto y conferirle un lugar en el mundo que nuestra cultura define.
Asimilar o interpretar algo es introducirlo dentro de los modos de orden que la cultura pone a nuestra disposición, y eso suele hacerse hablando de ello en un modo de discurso que una cultura considere natural.
Ese proceso recibe diferentes nombres:
Recuperación: puesta en uso, asimilación, contribución de todas sus partes a sus significados o efectos.
Naturalización: lo que se aparta de la norma o extraño queda dentro de un orden discursivo que lo hace parecer natural.
Motivación: justificar elementos dentro del discurso comprensibles mostrando que no son incoherentes ni arbitrarios desde el punto de vista de las funciones.
Verosimilización: modelos culturales de lo verosímil como fuentes de significados y coherencia
Al parecer podemos hacer que todo signifique mediante la producción de un contexto adecuado.
Examinar los diferentes niveles en que se lleva a cabo la naturalización que vuelven legibles los textos; el común denominador de esos niveles es la noción de correspondencia: naturalizar un texto es ponerlo en relación con un tipo de discurso o modelo que ya sea, en algún sentido, natural y legible.
Tres definiciones de Todorov para verosímil en la introducción al número especial de Communications dedicado a este tema: primera, lo verosímil es la relación de un texto particular con otro general y difuso que podríamos llamar opinión. Segunda, lo verosímil es aquello que en una tradición hace idóneo o esperado en un género particular: hay tantas versiones de verosímil como géneros. Y por último, podemos hablar de lo verosímil de una obra en la medida en que intenta hacernos creer que se ajusta a la realidad y no a sus leyes propias (pp. 2-3). En otras palabras, lo verosímil es la máscara que oculta las propias leyes del texto y que debemos considerar una relación con la realidad.
Según Culler la verosimilitud es un principio de integración entre un discurso o varios otros por lo que una obra sólo puede leerse en conexión con otros textos o en contraste con ellos, lo que proporciona una rejilla a través de la cual se la lee y estructura estableciendo expectativas que nos permitan seleccionar los rasgos sobresalientes y conferirles una estructura.
Para este punto entra la intersubjetividad (conocimiento compartido que se aplica en la lectura) es una función de esos otros textos.
El yo que se acerca al texto es ya en sí una pluralidad de otros textos, de códigos infinitos. La subjetividad es una imagen llena, con la que supuestamente lleno el texto, pero cuya plenitud, trucada, no es sino la estela de todos los códigos que me componen, de modo que intersubjetividad tiene, al final, la generalidad misma de los estereotipos. (Barthes, S/Z pp. 16-17)
Caracterizar los diferentes niveles de lo verosímil es definir los distintos modos de examinar una obra o ponerla en contacto con otros textos y, por tanto, aislar las manifestaciones diferentes de esa intersubjetividad textual que asimila y naturaliza la obra.
NIVELES DE VEROSIMILITUD
Estos 5 niveles son en sí 5 modos de poner en contacto un texto con otro para que ayude a volverlo inteligible y definirse en relación con dicho texto. Los 5 niveles son:
1. Lo Real
Un discurso que no requiere justificación porque parece derivar directamente de la estructura del mundo. Es sencillamente el texto de la actitud natural, por lo menos en la cultura occidental y, por tanto, verosímil. Cuando un texto usa dicho discurso, es inteligible de forma inherente.
Los paradigmas más elementales de la acción se sitúan en ese nivel: si alguien se echa a reír, tarde o temprano dejará de hacerlo. Si un texto no menciona explícitamente esas terminaciones, le damos beligerancia y las damos por sentadas como parte de su inteligibilidad.
2. La verosimilitud cultural
Una gama de estereotipos culturales o conocimiento aceptado que una obra puede usar pero que no gozan de la misma posición privilegiada que los elementos del primer tipo, en el sentido de que la propia cultura los reconoce como generalizaciones.
Ej.
Cuando Balzac escribe que el conde de Lanty era pequeño, feo y picado de viruelas, sombrío como un español, aburrido como un banquero; está usando dos tipos diferentes de verosimilitud. Los adjetivos son inteligibles como cualidades y es posible y natural que alguien las posea. Sin embargo las dos comparaciones connotan referencias culturales y estereotipos culturales que se aceptan como verosímiles dentro de la cultura.
Los elementos del segundo nivel funcionan de ese modo: los conocemos como generalizaciones o categorías culturales que pueden simplificar exageradamente pero hacen que el mundo sea inteligible en principio y, en consecuencia, hacen de lengua a la que se vierte en el proceso de naturalización.
El umbral de la pertinencia fundamental es de prioridad en este nivel ya que es el que separa lo narrable de lo no narrable, todo lo que se sitúe por debajo de él se dan por sentadas. Existe un nivel de generalidad en que hablamos ordinariamente de nuestro compromiso con el mundo:
Ej.
“Caminamos hasta la tienda” en lugar de “alzar el pie izquierdo cinco centímetros del suelo, al tiempo que oscilamos hacia delante y, desplazando nuestro centro de gravedad para que el pie derecho toque el suelo, colocando primero el tacón, damos un paso con la punta del pie derecho, etc. Esta última descripción queda por debajo del nivel de pertinencia funcional.
El umbral de pertinencia hace de fundamento natural o punto de partida firme a partir del cual podemos alcanzar otros significados. Un fundamento natural permite la identificación de lo extraño.
La verosimilitud entraña lo que, refiriéndose al realismo, se conoce como distancia media: una óptica que ni nos coloca demasiado cerca del objeto ni nos alza demasiado por encima de él, sino que lo contempla precisamente del modo como lo hacemos ordinariamente en la vida cotidiana.
La creación ficticia de personas, de personajes y vidas individuales moldeados con lo que en cualquier época todo el mundo considera que constituye cierta integridad y coherencia.
3. Los modelos de un género
Un conjunto de normas con las que pueden ponerse en relación los textos y en virtud de las cuales se vuelven significativos y coherentes. Un tipo de norma es la invocada al hablar del mundo imaginativo de un autor: permitimos a las obras que hagan contribuciones a un mundo semiautónomo, cuyas leyes no son exactamente las del nuestro pero que, aun así, tiene leyes y regularidades que hacen que las acciones y los acontecimientos que se producen dentro de él sean inteligibles y verosímiles.
Podríamos considerar dichas convenciones como teorías o visiones del mundo, como si la misión de las novelas fuera expresarlas, corresponde a la naturaleza de dichas convenciones que queden inexpresadas ya que son indefendibles en tanto que teorías explícitas. Hablar de mitos o de recursos formales que generan la novela puede ser más útil hablar de teorías que es función de la novela expresar. Los primeros se naturalizan en el nivel del sistema literario, mientras que las segundas se naturalizan en función de un proyecto comunicativo.
El propio Aristóteles reconoció que cada género designa como aceptables ciertos tipos de acción al tiempo que excluye otros: la tragedia y la comedia pueden presentar a los hombres mejor y peor de lo que son sin violar la verosimilitud, porque cada género constituye una verosimilitud especial propia.
4. Lo natural de modo convencional
Afirmación implícita o explícita de que no estamos siguiendo la convención literaria ni produciendo textos que encuentren su inteligibilidad en el nivel de la verosimilitud genérica.
El texto encuentra su coherencia al ser interpretado como un ejercicio de lenguaje y de producción de significado por parte del narrador. Naturalizarlo en ese nivel es leerlo como una aseveración sobre la escritura de novelas, una crítica de la ficción mimética, una ilustración de la producción de un mundo por el lenguaje.
La mejor forma de explicar ese nivel de verosimilitud y naturalización puede ser la de decir que la apelación a las convenciones del género o la oposición a ellas produce un cambio en el modo de lectura. Nos vemos forzados a lanzar más lejos nuestra red para incluir algo más que el tercer nivel de verosimilitud e inteligibilidad y debemos permitir que la oposición dialéctica que el texto presenta produzca como resultado una síntesis en un nivel superior en que los motivos de la inteligibilidad son diferentes.
5. La parodia y la ironía
Cuando un texto cita o parodia las convenciones de un género, lo interpretamos pasando a otro nivel de interpretación en que ambos términos de la oposición pueden juntarse gracias al propio tema de la literatura. Pero se requiere un modo de lectura algo diferente, hay que tener presentes al mismo tiempo dos órdenes –el orden del original y el punto de vista que socava el original- eso conduce a una exploración de la diferencia y la semejanza. La función de verosimilitud lo desempeña el propio concepto de parodia, que hace de recurso poderoso de naturalización.
La parodia entraña la oposición entre dos modos de verosimilitud, pero sus oposiciones no conducen a la síntesis. Sólo queda afirmada la verosimilitud del propio autor de la parodia.
La ironía situacional es un modo de recuperación existencial que usamos para hacer inteligible el mundo, cuando la inteligibilidad que alguien ha postulado anteriormente resulta ser falsa.
Ej.
“eso es exactamente lo que tenía que ocurrir”, decimos cuando empieza a llover en el preciso momento en que iniciamos una comida en el campo.
La ironía verbal comparte esa estructura opositiva pero es más compleja. La percepción de la ironía verbal depende del conjunto de expectativas que permiten al lector percibir la incongruencia de un nivel manifiesto de verosimilitud en el que el significado literal de una oración podría interpretarse y construir una lectura irónica alternativa que concuerde con la verosimilitud que está construyendo para el texto.
Estamos en condiciones de detectar ironía siempre que el texto ofrezca juicios con los que no coincidamos o siempre que, con aparente imparcialidad, no emita un juicio en casos en que consideremos sería adecuado hacerlo.
La ironía es la forma última de recuperación y naturalización, con lo que nos aseguramos de que el texto dice lo que queremos oír. Pero también podemos invertir esa definición, al calificar de irónico un texto indicamos nuestro deseo de evitar la exclusión prematura y podemos emprender lecturas irónicas que no conduzcan a una certeza que pueda oponerse a la declaración aparente del texto, sino sólo a una verosimilitud formal o nivel de coherencia formal que es la propia incertidumbre irónica. La ironía como vacilación es un modo de naturalizar al texto.
Naturalizar en esos distintos niveles es volver el texto inteligible poniéndolo en relación con los diferentes modelos de coherencia.
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