jueves, 2 de octubre de 2008

Fenómeno interesante en la radio.

Mi Radio... ¿ideal?

Uno de los factores para que esto no pueda convertirse en un ideal, desde mi perspectiva, es que en la radio no deberían de existir las palabras como el “medio” para que se pueda realizar el acto comunicativo radiofónico como tal. No es que esté en contra de las palabras, de hecho, soy un amante de ellas. Mi desconfianza radica en el que las pronuncia, en el cómo las emplea, en el sujeto que las conjuga para tratar de decir algo. Eso me malvibra. Pero lo que me causa un gran desconcierto es el hecho de que a lo mejor no existen las palabras, o a lo mejor no se han inventado, para expresar lo que se tiene en el cerebro y de cuando sale de la boca.

Con este gran problema entre mi ideal de una radio y la realidad, creo que existe un viaje de transición que comienza en el cerebro y termina en la punta de la lengua. Este viaje lo realiza una idea en concreto, como un ente que va cargado de información, puro no esta dañado ni viciado, virginal diría yo. La neta es que me inmiscuyo en ese viaje y puedo ver con gran angustia ese recorrido. Es impresionante como se inicia.

La creación del ente comienza con un gran destello luminoso en la parte frontal izquierda del cerebro, cegador, pero encantador. Va esquivando ideas de otro tipo que se crearon momentos antes para después llegar a unas terminales nerviosas en las cuales recibe indicaciones de a donde dirigirse. La primera pérdida de pureza. ¿Por qué? Pues porque ya no es natural ni espontánea la manera de expresarse; a lo mejor se le indica expresarse con un grito, a lo mejor con un gesto, igual y se le indica que salte y a la ves grite, todo esto acompañado por otro gesto; por lo tanto perdió un grado elevado de pureza, la idea fue desvirgada.

Impura y desvirgada, triste; la idea llega a las cuerdas bucales, sólo para sufrir una metamorfosis en la cual pierde su identidad, deja de ser una idea y se convierte en una expresión física y evanescente, palabras. Como si esto no fuera suficiente, se le reviste de contexto, como si a pesar de haber sido cambiada, transformada, diera pena y no se le quisiera mostrar tal cual. La segunda pérdida de pureza.

Ya que pasa esta aduana, llega a la boca para ser escupida irresponsablemente, y digo esto por que llega a muchos oídos totalmente malversada, descargada de esa pureza ideal y fidelidad con la fue maquilada, y así se plasma en otras mentes; siendo esto totalmente peligroso ya que la información que se queda en ellos puede no ser la que se quiso expresar.

Todo esto no me permite idealizar fielmente una radio en la que yo pudiera tener confianza en el que dice lo que piensa; y eso que esto solo es del cerebro a la boca, imaginen mi viaje y desconfianza de la boca al micrófono, a la mezcladora, bocinas, transmisores, estéreos, aire, etc.

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