jueves, 2 de octubre de 2008

El odio de mi enojo


Mmmm... hay tanto que decir, hay tantas situaciones en esta vida que me enojan, que hasta podría escribir sobre el hecho de que me enoja el hecho de que hayan tantas cosas que me enojen. Nunca he tenido un día sin que algo me fastidie y lo acepto soy demasiado mamón, esa es la conclusión a la que he llegado cuando me pongo a pensar sobre el por qué de que casi todo me moleste, hagamos un recuento.

Recuerdo que cuando era un niño pequeño y de corta edad, no jugaba en los juegos de la escuela o el parque (columpios, resbaladilla, sube y baja) porque me ensuciaba las manos o la ropa y no me gustaba tener una mala imagen propia, eso que era un exceso de limpieza se convirtió poco a poco en una intolerancia por la suciedad en un niño de 4 años. Limitante que me privó de muchas aventuras que cualquier humanito curioso tiene que vivir para ser “normal”, ¡¡¡ahhhh!!! aparte de la fobia por la suciedad, dejé de ser normal. Siendo ya un anormal y un excéntrico de la limpieza, todo perdió sentido, no sabía yo la razón de ser de las cosas, mi opción?, simple, preguntar por qué?. GRAVE ERROR. Que si ya era tarde para dormir, yo preguntaba por qué?, que si me decían que no comiera dulces, por qué?, lávate la boca, por qué?, 2 + 2 = 4, por qué?, el cielo es azul, por qué?, pórtate bien, por qué?, es más, qué es bien?, por qué?, por qué?, POR QUÉ??.

Es preciso detenernos en este punto para hacer el recuento de la desgracia:
Fobia a la suciedad
Anormal
Incrédulo

¡ ¡ Z A Z Z Z ! !

Prosigamos.
Tener 6 años, una madre soltera, ser hijo único y estas “virtudes ideológicas” no es un gran problema, el problema es darte cuenta 16 años después y no poder hacer algo, el daño está hecho, es irreparable, pero no todo termina con esta deducción, no, hay más, si, más. Si a la escuela uno va para aprender y lo que a mi me sucedía es que no me contestaban muchas preguntas, se me hizo fácil y lo más idóneo el tratar de tener acceso a esa información por medio de los profesores, cualquier duda que yo tuviera ellos me la responderían, WOW que perfección de situación, la escuela sería pues una maravilla. FALSO. Lo que menos desea un profesor es alguien que lo cuestione, lo ponga en duda y mucho menos que lo ponga en evidencia ante un grupo de babositos que se supone no pregunten más que para ir al baño o para salir al receso, fácil hubiera sido recibir el odio de un solo profesor, lo curioso es que al estar en una escuela bilingüe tienes profesores hasta para cada mano y dedo del pie. Maestro de español, de inglés, de spelling, de social studies, math, naturales, música, educación física, danza, artes plásticas, talleres, computación, civismo, medio ambiente. No tardé en convertirme en un niño problema, incapaz de dejar dar una clase sin hacer una interrupción o intromisión a causa de las flagelantes dudas que surgían en mi cerebrito.

Ya con la etiqueta de niño problema y sumergido en una sociedad tan cruel como es la escuela elemental ( los niños y los borrachos siempre dicen la verdad ), la exclusión no se hizo esperar, pasaba desapercibido, recuerdo alguna vez haberme fracturado un dedo a la hora de entrada y no recibir atención hasta llegar a casa y eso porque no podía agarrar bien la cuchara a la hora de comer a causa de la hinchazón. Pero la exclusión no fue un alto en seco para mí ni para mi sentir, es más, fue un regalo, un don, tanta gente inútil e incapaz de comprenderme ya no me fastidiaba ni con su presencia, ni con su incompetencia, ni con su suciedad, por fin, la felicidad.

Pasaron 7 años, ohhh 7 años maravillosos, hasta que un bastardo grupo de hormonas se disparó dentro de mí, quién me preguntó si yo quería crecer, quién lo estipuló así, dónde firmé o qué? Y si lo hubiera hecho no sería válido pues era menor de edad, pero en fin, así sucedió, el instinto en ese momento se apoderó de mí y la naturaleza hizo su aparición. Hormonas, hormonas, hormonas. Sexo, sexo, sexo. Si a esa edad se supone que ya estas físicamente dotado para el acto y la parte animal interna que posee cada sujeto así lo exige, por qué demonios el complemento actante (fémina claro está) atraviesa por un desorden caótico mental visual en el que todo lo ve color de rosa y la pureza de su entrepierna se convierte en un tesoro invaluable y reservado para un príncipe azul, que sólo existe en las mentes homosexuales de los creativos de Walt Disney. Reflejo de la sociedad?, familia?, creencias?, ANALFABETISMO?. Ni hablar, te aguantas y te quedas con las ganas, represión natural, represión natural.

Cuando el sexo deja de ser la opción, una de dos: porque no lo consigues o por el simple hecho de que lo tuviste y fuiste un desastre; surgen otros intereses como la música o el deporte, pero sólo para dejar de pensar en el sexo y es en ese preciso momento, en ese punto tan específico en el que te pierdes en una de las adicciones más peligrosas pero placenteras del mundo, el sexo.....autogestivo (alias chaqueta, puñeta, paja, jalarle el pescuezo al ganso, etc.) y lo quieres a todas horas, tres veces al día , 7 días a la semana, las 4 semanas del mes, los 12 meses del año, pero ohh decepción, tu abuela te dice que si lo haces te salen pelos en la mano, tu mamá te dice que se te va a secar, la maestra dice que no es malo pero que no lo hagas, a ver si no es malo, se siente bien y tengo lo necesario para hacerlo (manos y “pajarito”) por qué demonios es tan mal visto si se supone que es algo natural, ni el Tehuacán es más natural que la chaqueta, pero en fin más represión. A la vez que uno atraviesa por esa situación, también adquiere otras libertades o “ventajas”, qué cuales son estas?, el ya poder ir y regresar sólo a la escuela sin la necesidad de la compañía de un familiar adulto, el manejar el coche de mamá para ir a la tienda o a algún mandado, el “privilegio” de cuidar a tus hermanitos mientras tus papás se van a “cenar”. Pues qué creen que somos tarados? Por qué los padres hacen ver a los hijos todo esto como ventajas, no sales de una y ya te metiste (o metieron) en otra y peor. Mientras más creces más responsabilidades y obligaciones adquieres, o lo que es lo mismo, más vas perdiendo las riendas de tu vida. Ya te puedes lavar tu ropa, puedes trabajar para mantenerte, te puedes preparar tu comida, no necesitas dormir más de 6 horas, los detalles como regalos y fiestas de cumpleaños son para los niños, tú ya no los mereces, eh?,¡¡¡ ya eres un adulto!!!, no seas cursi.

Y si, de repente todo es lo mismo, tu hora habitual de levantarte son las 4 y media, 10 minutos transcurren en una batalla mental entre las cobijas y tu encamorrado cuerpo, gana el hecho de que si no te levantas te friegas, vas al baño, te metes a la regadera y....no hay gas, raro no?, siempre que se acaba el gas te toca a ti, no haces panchos y pues además que en diciembre ni hace tanto frío, tres minutos bastan para lavar esas malolientes partes, terminas y comienzas con la elección de tu ropa, ya que te visualizas vestido, MALDITA SEA, lo que querías o está sucio o se lo prestaste a alguien, no hay problema tienes de donde escoger, terminas por ponerte lo de siempre, jeans , tenis y playera. Desayunas y una hora después estas listo para la jornada. Qué agradable es subirte al pesero y ver la dulce sonrisa de los pasajeros al igual que la agradable voz del chofer al compás de la melodía que suena por su finísimo auto estéreo. 50 minutos más tarde y una sorpresa más grande ya te espera con un comité de recepción que supera el centenar de individuos, el metro, ahhh que lindo es viajar en metro. Sus aromas son únicos, la mezcla se ha denominado PASUCO (dicen las malas lenguas que es por patas, sudor y cola pero yo creo que es por algo más de solidaridad, algo así como paz, unión y cordialidad), además el ritual para entrar al vagón nunca es el mismo, esquivas a la derecha , empujas al de enfrente, le pegas al de a lado y acabas en medio de una señora que te encaja su bolso en la entrepierna y un tipo que se te arrima por detrás, con la cara apachurrada por brazos desesperados por un cacho de tubo. La experiencia maravilladora y nada traumática, se torna “emocionante” cuando, sin motivo aparente alguno, los vagones se detienen estrepitosamente a medio andén entre un suculento calor y vapores relajantes, y por si fuera poco el tiempo no es problema ya que sólo vas con 15 minutos de retraso gracias a una charla telefónica de la señorita que vendía los boletos. En el preciso momento en el que cerrabas lo ojos y comenzabas a relajarte, una cautivante voz te despierta con una oferta tan tentadora que no podrías dejar pasar “tsi mire se ba yebar el disko compakto en formato mp3 con los etcitoz del momento, 10 varos le vale 10 varos le kuesta”, además de que cuando pasa cerca de ti te brinda un rico masaje al encajarte su codo en tu espalda y pegarte con su bolsa de mercancía en la nuca, excelso. Desgraciadamente ya te tienes que bajar, la experiencia sólo dura 21 estaciones, pero sabes que es tu camino de regreso y eso te da consuelo, además de que viene lo mejor, el microbús. Desde la despachadora con su agradable invitación a acceder a la unidad, “súbale, súbale” se le escucha decir a lo lejos, “sale 25 vámonos, jálate, jálate”. Uno relajado y sin presión alguna aborda el microbús con la certeza de antemano de que se llegará sano y salvo al destino deseado. El conductor es prudente al tomar las curvas, además de que destaca su habilidad al volante que se combina con la cordialidad con la que pide a los usuarios que se acomoden “a ver, a ver haciendo doble fila y para atrás”, uno queda perplejo ante tanto glamour en el transporte, además de que nunca caen en los excesos saben cuando acelerar y cuando frenar, si ya está el amarillo aceleran para no ocasionar un accidente y si ya está el verde se esperan para ver si algún despistado no se fijo que era el micro que estaba esperando o por si alguien quisiera bajar pero no se hubiera dado cuenta. Hayyyyy, eso es tan bello, y a mi que el tiempo me sobra ya los 15 minutos que traía de retraso se convirtieron en 32, pero valen la pena ante lo bien amalgamada que esta nuestra sociedad para estas situaciones.

Ya en mi destino (la UAM Xochimilco) y sin ningún dolor de cabeza o malhumorado, me tengo que llegar a fumar todo el rollo de seis horas de unos sujetos que creen que al venir nos hacen un favor y que no escatiman en palabras para recordarte que eres un estupidito, que ante su grandeza solo te queda arrastrarte y suplicar por las sobras de su conocimiento a la caza de regurgitaciones de sabiduría ya masticada.

Si me preguntaran qué es lo que odio.....
......mmm, no sé, tendría que pensarlo.

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