jueves, 2 de octubre de 2008

“Panorama actual de la lectura y la escritura en México”

“El libro ya no ejerce el poder que antes tenía, ya no es más el señor de nuestro razonamiento o de nuestros sentimientos, debido a los nuevos medios de información y comunicación de que ahora disponemos”[1].

Los problemas de alfabetización comenzaron cuando se decidió que escribir no era una profesión sino una obligación y que leer no era una marca de sabiduría sino marca de ciudadanía. En el caso de Europa muchas revoluciones sangrientas fueron necesarias para constituir las nociones de pueblo soberano y democracia representativa. “leer y escribir son construcciones sociales”[2].

La democratización de la lectura y la escritura se vio acompañada de una incapacidad radical para hacerla efectiva: se creó una escuela pública obligatoria, para formar al ciudadano y hacerlo conciente de sus derechos y obligaciones, pero la escuela no ha acabado de adaptarse a la antigua tradición: sigue tratando de enseñar una técnica.

La enseñanza de estos saberes se planteó como la adquisición de una técnica: del trazado de las letras y de la correcta oralización del texto. después de dominar estas técnicas surgirían como por arte de magia, la lectura expresiva y la lectura eficaz. Sólo que ese paso mágico entre la técnica y el arte fue alcanzado por pocos. Surge entonces la noción de fracaso escolar, que se concibe no como fracaso de la enseñanza sino del aprendizaje, o sea, responsabilidad del alumno.
El fracaso escolar es un fracaso de la alfabetización inicial. De hecho, una cierta patología social. Pobreza y analfabetismo van juntos. El analfabetismo no se distribuye equitativamente entre los países, sino que se concentra en entidades geográfico-jurídico-sociales que ya no se sabe como nombrar. No se sabe como clasificarlos, antes había desarrollados y subdesarrollados, pero esta última fue reemplazada por un eufemismo: “países en vías de desarrollo”.

Pero al llegar a este momento surge una pregunta, ¿cuántas décadas puede un país estar en vías de desarrollo sin acabar de desarrollarse?. De hecho muchos de los países que antes parecían estar en vías de desarrollo parecen hoy día condenados a estar en vías de subdesarrollo. Total que no se sabe cómo clasificar a los países, aunque sí se sabe qué es la pobreza. Se sabe que el 80% de la población mundial vive en zonas de pobreza y se sabe también que ese 80% conjuga todos los indicadores de dificultad para la alfabetización: pobreza endógena y hereditaria; baja esperanza de vida y altas tasas de mortalidad infantil; malnutrición; multilingüismo.
A pesar de cientos de declaraciones de compromiso nacional e internacional, la humanidad ingresó al siglo XXI con mil millones de analfabetos en el mundo. Los países pobres no han superado el analfabetismo; mientras los ricos han descubierto el iletrismo.
El iletrismo es el nuevo nombre de una realidad muy simple: la escolaridad básica universal no asegura la práctica cotidiana de la lectura, ni el gusto por leer, ni mucho menos el gusto por la lectura. El tiempo de la escolaridad obligatoria se alarga cada vez más, pero los resultados en el “leer y escribir” siguen produciendo polémica. De los diversos niveles académicos se le reclama al precedente que los alumnos que reciben no saben escribir ni leer. Una escolaridad que va de los 4 años a los 20 y más tampoco forma lectores en sentido pleno.
Con todo esto queda claro entonces que estar “alfabetizado para seguir en el circuito escolar no garantiza el estar alfabetizado para la vida ciudadana”[3].

Se reconocen diversos parámetros: alfabetizado para la calle, para el periódico, para los libros informativos, para la literatura, para la computadora, para Internet, etc.
Esto es reconocer que la alfabetización escolar y la alfabetización necesaria para la vida ciudadana son cosas independientes, y eso es grave. Porque si la escuela no alfabetiza para la vida y el trabajo, ¿para qué y para quién trabaja?

El mundo laboral está cada vez más informatizado y la escuela está cada vez más empobrecida, desactualizada y con maestros mal capacitados; peor aún, la democracia exige individuos alfabetizados. La democracia plena es imposible sin niveles de alfabetización por encima dl mínimo del deletreo y la firma. Se debe de apostar por la democracia aumentando el número de lectores. Lectores plenos, no descifradores. Los requisitos sociales y laborales son elevados y exigentes.

Ministros recién estrenados en América latina llegaron con propuestas tecnológicas en las que coinciden: “Internet en las escuelas”. Esto pudiera funcionar de maravilla si no es porque en las escuela no hay maestros bien capacitados, además de que la tecnología no funciona por sí sola, además de que los maestros no son desechables, ellos también representan una preocupación.
La tecnología no va a simplificar las dificultades cognitivas del proceso de alfabetización..
Parece ser que la solución, en niveles aunque sea de expresión, no es una lucha contra el analfabetismo o iletrismo sino acciones destinadas a elevar el nivel de alfabetización de la población.

Entran en escena los editores, ya que son herederos de una poderosa e ilustre tradición, hacer del libro una obra de arte. Aunque los editores producen objetos incompletos por naturaleza. Un libro es un objeto en busca de un lector, y no puede realizarse como objeto cultural hasta que no encuentra un lector. Pero lo que se quiere dar a entender como lector no es como un simple cliente sino como un lector intérprete. Así se completa el libro, se convierte en patrimonio cultural cuando encuentra una comunidad de lectores intérpretes.

La situación actual es grave, pero es interesante porque estamos en momentos de profundos cambios en la definición de la materialidad del objeto “libro”. Estamos hablando de futuro, y los niños son parte del futuro. Esos niños no necesitan ser motivados para aprender. Aprender es su oficio. No pueden dejar de aprender porque no pueden dejar de crecer, ellos traen consigo nuevos estilos de habla y de escritura que están siendo generados gracias a Internet, al correo electrónico, páginas web e hipertexto. Todos los objetos a los cuales los adultos dan importancia, son objeto de atención por parte de los niños. Si perciben que las letras son importantes para los adultos (sin importar por qué y para qué son importantes) van a tratar de apropiarse de ellas.
La relación entre las marcas gráficas y el lenguaje es, en sus inicios una relación mágica que pone en juego una tríada: un intérprete, un niño y un conjunto de marcas. El intérprete informa al niño, al efectuar ese acto aparentemente banal que llamamos “un acto de lectura”. El lector, es de hecho, un actor: presta su voz para que el texto se re-presente. El lector habla pero no es él quien habla; el lector dice, pero o dicho no es su propio decir sino el del autor de lo que lee.
Parte de la magia consiste en que el mismo texto vuelve a re-presentarse una y otra vez. La escritura fija la lengua, la controla de tal manera que las palabras no se dispersen, no se desvanezcan ni se sustituyan unas a otras. Las mismas palabras una y otra vez. Gran parte del misterio reside en esta posibilidad de repetición, de reiteración, de re-presentación.
No tenemos la capacidad, actuando aisladamente, para incidir en un fenómeno que ha resistido a todos los esfuerzos por aislar variables. Ahora se puede echar mano de: nuevas tecnologías de circulación de textos; modos de apropiación de la escritura; lingüistas dispuestos a recuperar la escritura.

Las distintas lenguas y los distintos sistemas de escritura son parte de nuestro patrimonio cultural.

La alfabetización no es un lujo ni una obligación: es un derecho.

Venimos de un pasado imperfecto, donde los verbos leer y escribir han sido definidos de maneras cambiantes, a veces erráticas, pero siempre inefectivas; vamos hacia un futuro complejo, que alguno exaltados con la técnica lo auguran como simple, exageradamente simple.

BIBLIOGRAFÍA

FERREIRO, Emilia. “La palabra escrita: Prácticas de la lectura y escritura, Leer y escribir en un mundo cambiante” en Versión no. 11 ed. UAM-X, México, 2001, Pp. 99-112.

CHARTIER, Roger. “Del Códice a la pantalla” en Historia del libro.
[1] H.J. Martin, Le Message écrit: la réception, Paris, 1993.
[2] FERREIRO, Emilia. “Leer y escribir en un mundo cambiante” UAM-X, México, 2001, p 100
[3] FERREIRO, Emilia. “Leer y escribir en un mundo cambiante” UAM-X, México, 2001, p 103

1 comentario:

Claudio Tomassini dijo...

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Te saluda atentamente Claudio Tomassini